Un
mar embravecido de puños alzados moja las calles. Nuestros gritos
espantan a los pájaros, nuestros zapatos golpean el asfalto en una
marcha furiosa bajo los estandartes blancos. Las voces se alzan por
encima de los discursos engañosos, la respiración se acelera de
pura rabia, por la desigualdad, por el robo, la estafa. La marea sube
pobre pero luchadora. Los cristales se vuelven polvo brillante bajo
nuestras pisadas, se convierten en la harina que nos alimenta en
época de hambruna. Frente a nosotros, una fila de antidisturbios.
Empuñan sus armas compradas con nuestro dinero, nos disparan dardos
de plástico, nos golpean, pero también retroceden porque tienen
miedo.
Tienen
miedo porque saben que esta vez no nos detendremos.
Porque
saben que hoy todo termina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario